Texto: Marilú Ortiz de Rozas y Francisca Gili

Fotos: Nicolás Aguayo

Video: Emilia Simonetti

 

Es un silbido gorgojeante, intenso y melódico, que nos transporta al corazón de la cultura andina, a siglos remotos. Se hace un gran silencio en la sala cuando Francisca Gili cierra los ojos, se concentra, y hace sonar sus Botellas Silbadoras, ya sea meciéndolas suavemente, pues el agua en el interior genera el sonido, o soplando en sus golletes. Los asistentes a este taller que impartió recientemente en el Museo de Artes Visuales, MAVI, son ceramistas, músicos y artistas; conocen la riqueza de estos objetos rituales y de uso diario en el mundo andino. Por lo mismo, saben muy bien cuán difícil es lograr que estas piezas efectivamente emitan su particular silbido.

“Hay vasijas simples, dobles y hasta con tres contenedores o ‘cuerpos’, y en su creación interviene el principio de los vasos comunicantes. Algunas tienen cabezas de serpientes o monos, o de personas, y muchas veces es al interior de éstas donde se ocultan los silbatos”, explica la artista, quien en su producción logró abarcar Botellas Silbadoras en todo el esplendor de su variedad tecnológica, desde las más simples a las más complejas.

Imbuida de los conocimientos que ha adquirido, Francisca se basa en las nociones amerindias de pensamiento para dotar de una impronta conceptual a su obra. Así, ella piensa que estas Botellas Silbadoras en tiempos prehispánicos eran consideradas seres vivos, puesto que, actualmente, en el pensamiento indígena del mundo andino, las cerámicas son entendidas como tal, como seres vivos. “Cuando se hace uno de estos artefactos, se crea y se cría un ser, se les da el aliento de vida, lo que en aymara se llama Uywaña”, revela.

La artista nos relata que “los instrumentos musicales, en las perspectivas indígenas que se han conservado, permiten comunicarse con otras especies, con elementos no humanos o con la divinidad. Por eso, intuyo que estas piezas eran utilizadas en rituales y ceremonias, tanto por su capacidad de emitir sonidos, como por su uso como contenedor, en donde los sonidos deben haber tenido una acción probablemente propiciatoria sobre los líquidos contenidos”.

Francisca reflexiona en torno al cántaro, como contenedor, y a la posibilidad que las botellas silbadoras dan al agua de cantar. Cuenta que la primera vez que escuchó una de estas piezas se fascinó y, motivada por el juego de palabras que surge de este cántaro que canta y que encanta, decidió nombrar a la serie creada “Cantarino”.

Mundos audibles

“Si bien la primera cultura en suelo americano que trabaja la cerámica es la Valdivia, estas Botellas Silbadoras tienen una matriz Chorrera (costa del Ecuador, siglos 250 aC a 500 dC), y luego se expanden por Centro y Sudamérica, como hemos podido comprobar en los sitios funerarios donde fueron encontradas”, explica José Pérez de Arce, quien presentó también una ponencia sobre el tema en la primera parte del taller. Este músico y candidato a Doctor en Estudios Latinoamericanos, ha sido el maestro de Francisca Gili; además es fundador de La Chimuchina, agrupación que tiene por fin el rescate y reinterpretación de la música ancestral indoamericana, en la cual la artista participa con sus instrumentos propios.

Veinte fueron las piezas que Francisca logró llevar a cabo gracias al proyecto Fondart que cursa durante 2020 en la línea de artesanía, y aunque confiesa que varias quedaron en el camino, ya que algunas no lograron emitir sonidos, las que muestra en el taller destacan por su belleza como vasijas y por su refinamiento como instrumentos musicales.

Tras escuchar las charlas de José y de Francisca, sumidos en la oscuridad de la sala del MAVI llamada Wenu Pelon -Portal de Luz- los participantes de este taller se sumergieron en una nueva experiencia, explorando los mundos audibles contenidos en las posibilidades sonoras de esta serie de Botellas Silbadoras. Fue un momento muy emotivo, en el que el grupo, invitado a un viaje hasta nuestras profundas raíces andinas, se sintió abrazado por este lugar gestado por el curador de origen mapuche Francisco Huichaqueo. Él, más que concebirlo como un espacio de exhibición, ha proyectado esta sala como un espacio de encuentro en torno a nuestra herencia cultural originaria. Mientras, las maravillosas piezas arqueológicas y etnográficas que se exhiben en las vitrinas, suspendidas en el aire, bailaban al compás de las Botellas Silbadoras. Sin ningún rótulo, tal como Huichaqueo lo soñó. Un singular concierto nació de manos curiosas que se posaron en las obras creadas para esta propuesta, que busca poner en valor, desde la artesanía contemporánea, una herencia tecnológica ritual de nuestro pasado prehispánico.

 

 

 

“Manipular las piezas y hacerlas sonar no sólo fue una experiencia de curiosidad superficial, sino que como grupo nos reunimos y las activamos con una entrega que se acercaba más a un ritual mágico ancestral. Por un momento, éste nos sacó del ritmo vertiginoso de nuestra sociedad actual. Durante unos minutos, hubo sólo silencio y los soplidos del agua moviéndose suavemente de un lado a otro. Fue hermoso”, relata Antonia Bañados, una de las asistentes.

En tanto, Leonardo Baeza, un músico que también participó en el taller, agrega: “hubo momentos muy bien logrados, en relación a la configuración de la escucha de un espacio sonoro; se formaron dibujos audibles que generaron un continuo que musicalmente funcionó muy bien”.

Mediante talleres como éste, Francisca busca despertar una conciencia respecto de los modos de habitar urbanos u occidentales que se han impuesto en nuestro territorio, en contraste con los saberes ancestrales que hereda la arqueología, promoviendo entonces la continuidad de las tradiciones prehispánicas en el presente. “Sus silbidos buscan despertar las memorias de un habitar afectivo con nuestro territorio andino”, destaca Francisca.

En los siguientes links podrás oír y ver esta experiencia.

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Artista e investigadora:

Francisca Gili estudió Arte en la Universidad Católica, se especializó en Restauración y luego en Arqueología, cursando también un Magíster en Arqueología con mención en Antropología en la Universidad Católica del Norte. Es miembro de La Chimuchina, una agrupación nacida bajo el alero del Museo Chileno de Arte Precolombino, que lleva a cabo una propuesta contemporánea de performance basada en la investigación de la arqueología y etnografía musical de Los Andes Sur.

Respecto al trabajo en cerámica, Francisca comenzó hace una década a modelar sus primeras obras, y siete años después tomó clases con la ceramista e integrante del Taller Huara-Huara, Marcela Delgadillo. A partir de 2016 empezó a idear su propuesta Seramika, cuya actividad principal ha sido la creación de series en cerámica basadas en el legado alfarero andino.  Sus creaciones han sido incluidas en las exposiciones «Azul», «Blanco y Oro» y «Elemento», de ESTEKA, en 2016, 2017 y 2019.

Francisca participó en el ciclo #Barro de la plataforma @artesanosenferia en el mes de octubre de 2020. Puedes seguirla en sus redes sociales Instagram @seramika_ y Facebook seramika

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